La edad de decidir - pendientes

Belén,

ya sabes que yo sólo tengo niños pero, por si te sirve, te cuento lo que hubiera hecho si hubieran sido niñas: creo que hubiera esperado a que tuvieran, al menos, 8 ó 10, independientemente de que con anterioridad me pareciera que tuvieran ya la madurez mental suficiente como para decidir sobre el tema. ¿Por qué esa edad? Porque para entonces están ya más "tranquilas" a nivel motor -no sé cómo expresarlo mejor, pero espero que se entienda- y, además de las razones que tú esgrimes, en mi decisión de no perforar sus orejitas, pesaría también el "miedo" a que se le enganchara el pendiente o arito jugando y se le rasgara el lóbulo de las mismas; es cierto que puede ocurrir también después por accidente, por ejemplo, al quitarse el jersey o jugando pero, creo que a ciertas edades son ya más cuidadosas.

Un abrazo.

Belén,

aquí hay una pomada anestésica que quizá podría irle muy bien (Emla, se llama, si no me equivoco; nosotros la hemos usado aunque para otros menesteres). Mira a ver si localizas allí alguna con el mismo principio activo. Otra cosa, por lo que he leído, procura que el lugar al que la lleves, además de cumplir con todos los requisitos de higiene, perforen con aguja y no con pistola -al parecer, con la pistola se desgarra el tejido y parece que además de más doloroso, también provoca más problemas a la hora de cicatrizar-; por lo demás, supongo que ya lo sabes, pero procura que los pendientes que le pongas sean de oro o acero, para evitar problemas.

Por último, espero que no te lo tomes a mal porque ofenderte es lo último que desearía pero, si me permites un comentario, creo que te estás centrando más en lo que quiere Lucía que en lo que tú crees que es lo que debería hacerse (me hago cargo de que, probablemente, Lucía tenga un carácter muy parecido al de mis bajitos, así que te entiendo a la perfección   ): al fin y al cabo por mucho que sea su cuerpo y su dolor, por muy madura que sea y por muy segura que esté de que quiere los pendientes, es sólo una niña de 3 (bueno, ¡casi cuatro!) años y aún no tiene la experiencia de vida suficiente como para ver más allá de sus deseos inmediatos.

Un abrazote y ya nos contarás.

Belén,

sé cómo te sientes.   Son niños maravillosos pero agotadores, exigen lo mejor de una misma y más.  Siento oír que lo estás pasando mal. No sé si te sirve pero a mí me funciona simplemente tomarme mi tiempo para sentarme y meditar sobre la cuestión, ser sincera conmigo misma sobre mis motivaciones para decidir y, una vez tomada una decisión en firme, seguir respondiendo con tono conciliador pero firme "Sé cómo te sientes y lo mucho que te gustaría X, pero ya te he explicado que...........(insértese aquí la  razón pertinente)..........." dos o tres veces y después simplemente "Sé cómo te sientes, pero ya lo hemos hablado y te he explicado por qué te he dicho que no/que cuando seas mayor lo harás/que ahora-hoy no...". Ante todo, trato de que no se convierta en una lucha de poder porque, en ese caso, malo para todos, niños y adultos.

Reconozco que es cansado si lo miras desde la posición de adulto al cargo pero yo trato de mirarlo con mis ojos de niña: podía entender las razones pero mi deseo a veces seguía siendo el mismo (buehhh, a veces esto también nos pasa siendo mayores jejejeje), así que trato de acompañarlos en su frustración, en el duelo por su deseo no satisfecho. Lo curioso del asunto es que después de algún tiempo ellos mismos se encargan de hacer el ejercicio: "Yo quería X pero no puede ser porque .......".

Cuando quieras compartir, te presto mis orejas y te cuento mis "trucos" por si te pudieran servir.

Un abrazo y mucho, muchísimo ánimo.

Se me olvidaba, cuando me siento frustrada, suelo darle la vuelta y pensar si preferiría que hicieran justo lo contrario de lo que hace (por ejemplo, si preferiría que no se quejara/aceptara sin rechistar lo que le digo o las imposiciones de los otros).

Un besote y abrazos para Lucía.

Bel,

cuando decía que te entendía, era justo eso, que de verdad te entiendo.    Mi bajito menor fue mucho más precoz que el mayor y, si no me equivoco, aún no había cumplido los tres años cuando en plena rabieta me dijo que se iba de casa. Cuando se enfada porque no le permito hacer su voluntad, me dice que se va a buscar a otra mamá que le quiera y a vivir en otra casa (lo bueno es que cuando se le pasa, me dice que ya me vuelve a querer y que no se va, que se queda a vivir conmigo, que me quiere mucho y que soy una buena mamá). ¿Sigo?

El mejor consejo que me han dado a mí (y fue una experta muy respetuosa con los niños) es que había cosas que pueden decidir ellos, otras que se pueden negociar y otras, simplemente, "porque lo digo yo" (y yo suelo añadir a eso, "que soy tu madre"). Así, sin más, sin paños calientes, ni más ni menos.

Sé que tú te llevas mal con las negativas y, por lo que ya has contado otras veces, entiendo que quizá cuando leas ese mismo consejo te rechine un tanto como me ocurrió a mí. Pero lo cierto es que hay cosas que ellos no sólo no pueden sino que tampoco deben decidir y que tenemos que hacerlo los progenitores: una cosa es el respeto a su persona y sus decisiones -en la medida de lo posible, claro- y otra muy distinta que lleguen a condicionar por su solo capricho la dinámica familiar (al fin y al cabo, el respeto es de ida y vuelta: tú la respetas a ella y ella a ti; y no podrán respetarnos si no ven que nosotras nos hacemos respetar -no sé si me explico-   ).

En fin, en cada casa es distinto: yo iría pensaría en aquéllas cosas que son innegociables, aquéllas que puedo dejarle decidir y cuáles otras son ámbitos en que corresponde exclusivamente a los adultos al cargo tomar las decisiones. En nuestro caso, son normas básicas indiscutibles: no pegar, no insultar, no maltratar a los otros, normas de convivencia básicas como una higiene mínima diaria (un día puedo dejar pasar la ducha diaria pero no como norma, no sólo por las razones que habitualmente se esgrimen, sino porque luego crecen ¡y terminan por oler a choto cuando son adolescentes!) y cumplir con sus obligaciones, entre las cuales está la de colaborar en casa en la medida de sus posibilidades.

No sé, se me ocurre, por poner un ejemplo, que tú decides que hay que bañarse a diario y eso es innegociable pero que no te importa cuándo se haga. Se lo explicas, "Lucía, hay que bañarse no sólo por higiene y para mantener la buena salud y no enfermar, sino también porque es muy desagradable para los demás convivir con alguien que huele fatal. ¿A ti te gustaría que yo oliera como el cubo de la basura?" (Eso sí, prepárate un buen arsenal de respuestas porque te apuesto lo que quieras que algún día te va a decir que no le importaría.  ). "¿A qué hora vas a bañarte? ¿A las 7, a las 8 -se lo enseñas en el reloj-, después de ver los dibujos, etc.?" Que ella sienta que tiene cierto margen de decisión.

Cuando llega el momento elegido por ella misma, se le muestra el reloj (o se apaga la tele, lo que sea que hayáis pactado) y debe cumplirlo y si no, hay consecuencias (que se han pactado de antemano con ella; en nuestra casa, es que hasta que uno no se baña, no se puede sentar a la mesa a cenar y si pasa la hora de cenar y llega la de irse a dormir -se lo enseño en el reloj-, un "lo siento, pero la hora de la cena ya pasó y ahora es la de irse a dormir" (el bajito menor no, porque siempre se lo piensa y termina por meterse a la ducha; pero el mayor ya se ha ido alguna vez sin cenar o incluso con la cena a medias -por otras razones-, pero eso sí, al día siguiente, espabila que no veas...

Al hilo de esto último, sé que habrá quien pensará que no es respetuoso. Yo no lo veo así: ellos pueden decidir qué hacer pero todas las decisiones tienen consecuencias... Es la vida misma, vaya...

No sé si lo haces, pero también puedes permitirle escoger la ropa para ir a la guardería, llevarla a una librería y que elija un cuento, o a la biblioteca y que decida ella qué libros, DVDs y cintas de música escoger... Darle un cierto margen de decisión que, realmente, visto desde sus ojos, tiene que ser un rollo que sea siempre el adulto quien lo decide todo...

Por otro lado, Bel, yo trataría de mejorar tu respuesta a sus negativas con lo que sea que tú creas que pueda servirte: desde el yoga hasta un terapeuta, pasando por el tan de moda mindfulness -la meditación consciente de toda la vida, vaya-. No ya sólo por ti, sino porque quizá (no lo sé, lo lanzo por si pudiera ser) se rebele más contra ti porque seas tú de entre sus progenitores quien lo lleve peor; y trata de no perder de vista que es bueno que crezca y se rebele (es la única manera de madurar: separarse de mamá y hacerle ver que ella es otra, distinta de ti), porque eso es que lo estás haciendo muy bien, ¿no te parece?

No sé si algo de lo que te comento te ayuda, pero la intención te aseguro que era ésa.

Un fuerte abrazo y ánimo, que por muy malo que te parezca todo ahora, cuando crezcan, será peor  (a mí esto me sirve para no perder la perspectiva   ).

Belén,

sí, básicamente es darle un par de alternativas (no muchas más, que aún son muy peques) y dejarle que decida. Y se te olvida porque nadie fue profeta en su tierra, ya sabes.     Suerte y ya nos contarás cómo os va.

Un fuerte abrazo.