Los regalos de Navidad, por Laura Gutman
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Los regalos de Navidad, por Laura Gutman
Hola chicas, os dejo este texto de Laura G. que me mandaron en facebook:
Los regalos de Navidad
Las ilusiones alrededor de las Navidades de nuestra infancia duraban un año entero. Escribíamos nuestras cartas con esmero, esperando que ese ser mágico vestido de rojo atienda nuestros anhelos. A veces redactábamos “que mi madre no sufra más”, “por favor, que mi padre deje la bebida” y también “quisiera un hermoso vestido”. Claro que había pedidos de regalos costosos, imposibles de ser adquiridos por personas de carne y hueso como los padres de uno. Por eso el pedido era fascinante. Si por casualidad se cumplía, era por gracia de un ser superior.
Más allá del sentido religioso que podía tener para las personas mayores, la Navidad era una fiesta para los niños, porque el mundo brillaba como en un cuento de hadas. Era el momento de cumplir algún sueño y hasta teníamos la fantasía de que todos éramos un poco más buenos. La alegría era inmensa al recibir finalmente un regalo. Uno. Inolvidable.
Hoy la magia tiene más relación con Internet que con descubrir a Papá Noel. Los hechizos duran apenas unos segundos apabullados por la publicidad. El consumo desenfrenado nos induce a comprar y comprar y comprar regalos costosos. Regalos para los niños, para los grandes, para los vecinos, los sobrinos, los nietos, las nueras y los yernos. Usamos nuestras tarjetas de crédito hasta el límite del hartazgo para juguetes, ropas, zapatos, electrónica, o vacaciones.
Posiblemente cuando nuestros hijos sean mayores, no recuerden nada especial en relación a las Noches Buenas. Hoy se convirtieron en cenas fastuosas a las cuales arribamos agotados, tras recorrer centros comerciales, endeudados y a disgusto. Es posible que algo de toda esta vorágine nos deje una sensación de sin sentido cuando se supone que debería ser una época de reflexión y encuentro.
Quizás sea la ocasión perfecta para hacer pequeños movimientos que nos satisfagan más y que llenen de sentido esa noche tan especial. Tal vez podamos instalar cierta intimidad, reunirnos con pocas personas muy allegadas y regalar a cada uno un escrito colmado de agradecimientos. Y para los niños, claro que habrá algo fuera de lo común, algo soñado, esperado, imaginado y en lo posible no muy caro. Los niños tienen derecho a recibir unas palabras que nombren lo orgullosos que sus padres están de ellos y una hermosa carta escrita por Papá Noel felicitándolos por sus virtudes, firmada con letra dorada.
La Navidad puede volver a ser mágica. Todos nosotros estamos en condiciones de ofrecer a los niños pequeños una noche especial, llena de sorpresas y de encanto. Es una sola noche al año. Todas las demás estamos cansados, hartos de nuestras rutinas. Y ese fastidio cotidiano, no hay juguete que lo transforme. Aprovechemos el confort que hemos adquirido, pero agreguemos nuestros recursos emocionales. Un poco de calma, buena música y disponibilidad afectiva, son regalos insuperables.
Laura Gutman
Los regalos de Navidad
Las ilusiones alrededor de las Navidades de nuestra infancia duraban un año entero. Escribíamos nuestras cartas con esmero, esperando que ese ser mágico vestido de rojo atienda nuestros anhelos. A veces redactábamos “que mi madre no sufra más”, “por favor, que mi padre deje la bebida” y también “quisiera un hermoso vestido”. Claro que había pedidos de regalos costosos, imposibles de ser adquiridos por personas de carne y hueso como los padres de uno. Por eso el pedido era fascinante. Si por casualidad se cumplía, era por gracia de un ser superior.
Más allá del sentido religioso que podía tener para las personas mayores, la Navidad era una fiesta para los niños, porque el mundo brillaba como en un cuento de hadas. Era el momento de cumplir algún sueño y hasta teníamos la fantasía de que todos éramos un poco más buenos. La alegría era inmensa al recibir finalmente un regalo. Uno. Inolvidable.
Hoy la magia tiene más relación con Internet que con descubrir a Papá Noel. Los hechizos duran apenas unos segundos apabullados por la publicidad. El consumo desenfrenado nos induce a comprar y comprar y comprar regalos costosos. Regalos para los niños, para los grandes, para los vecinos, los sobrinos, los nietos, las nueras y los yernos. Usamos nuestras tarjetas de crédito hasta el límite del hartazgo para juguetes, ropas, zapatos, electrónica, o vacaciones.
Posiblemente cuando nuestros hijos sean mayores, no recuerden nada especial en relación a las Noches Buenas. Hoy se convirtieron en cenas fastuosas a las cuales arribamos agotados, tras recorrer centros comerciales, endeudados y a disgusto. Es posible que algo de toda esta vorágine nos deje una sensación de sin sentido cuando se supone que debería ser una época de reflexión y encuentro.
Quizás sea la ocasión perfecta para hacer pequeños movimientos que nos satisfagan más y que llenen de sentido esa noche tan especial. Tal vez podamos instalar cierta intimidad, reunirnos con pocas personas muy allegadas y regalar a cada uno un escrito colmado de agradecimientos. Y para los niños, claro que habrá algo fuera de lo común, algo soñado, esperado, imaginado y en lo posible no muy caro. Los niños tienen derecho a recibir unas palabras que nombren lo orgullosos que sus padres están de ellos y una hermosa carta escrita por Papá Noel felicitándolos por sus virtudes, firmada con letra dorada.
La Navidad puede volver a ser mágica. Todos nosotros estamos en condiciones de ofrecer a los niños pequeños una noche especial, llena de sorpresas y de encanto. Es una sola noche al año. Todas las demás estamos cansados, hartos de nuestras rutinas. Y ese fastidio cotidiano, no hay juguete que lo transforme. Aprovechemos el confort que hemos adquirido, pero agreguemos nuestros recursos emocionales. Un poco de calma, buena música y disponibilidad afectiva, son regalos insuperables.
Laura Gutman
Invitado- Invitado
Re: Los regalos de Navidad, por Laura Gutman
Si alguien tiene algún consejo para que la familia deje de regalarle cosas a Breixo que me lo diga porfa!
Estoy harta de que por navidades le regalen coches y más cohces y más juguetes y más y más. Su padre y yo le regalamos ropa.
Estoy de acuerdo en que estas fiestas se han convertido en demasiado consumistas. Y me incluyo en esto. Me encanta decorar la casa con el arbol,el belén,velas,adornos varios Pongo villancicos en casa y en el coche........Toda una fiesta.
Besos de leche
Estoy harta de que por navidades le regalen coches y más cohces y más juguetes y más y más. Su padre y yo le regalamos ropa.
Estoy de acuerdo en que estas fiestas se han convertido en demasiado consumistas. Y me incluyo en esto. Me encanta decorar la casa con el arbol,el belén,velas,adornos varios Pongo villancicos en casa y en el coche........Toda una fiesta.
Besos de leche
Re: Los regalos de Navidad, por Laura Gutman
Vane, es difícil lo que planteas, yo por lo pronto estoy tratando de moderar aunque sea al padre, que dice que quiere comprarle un super-regalo para navidad. Igual, le molesta tanto salir de compras que es probable que al final no pase nada.
Ya comenté otras veces que la "magia" de decirle a los chicos que Papá Noel va a traerles regalos no me gusta. No es lo que he recibido de niña y no es lo que le quiero dar a mi hijo. Cuando para NAvidad le hago regalos a los niños de la familia siempre les pongo tarjetas con nuestros nombres. Todavía son pequeños pero la mayor pronto sabrá leer.
Yo prefiero que sepan que x persona que los quiere mucho ha pensado en ellos y elegido un regalo especialmente para cada uno, algo que les guste. Saber elegir un regalo es pensar en el otro, conocerlo. No tiene que ser el más caro, tiene que ser el que estaba esperando.
La Navidad de Laura Gutman es la de la minoría, en Argentina, que es también su país, son mayoría los chicos que pueden aspirar como gran lujo a cenar en casa, luego de comer todo el año en el comedor escolar, no porque lo padres trabajen, sino porque no tienen recursos para alimentarlos.
Esa mayoría de niños recibe por juguete alguno que le ha sobrado a estos pocos cuyas familias pueblan los centros comerciales. Sus padres no tienen tarjeta de crédito (yo tampoco, pero elegi no tenerla) pues nadie "les da crédito".
Y así, con techo de chapa, con poca comida, calor y mosquitos, a veces lluvia que gotea dentro de la casa, es difícil pensar en "ofrecer a los niños una noche especial".
Muy cerca de la Navidad de los centros comerciales, con decoraciones recargadas y buenos deseos, algún hombre o mujer revuelve la basura con sus hijos alrededor, para sacar algo que vender y algo que comer.
Le falta un rostro -o millones- a esa Navidad.
Besos, Romina
Ya comenté otras veces que la "magia" de decirle a los chicos que Papá Noel va a traerles regalos no me gusta. No es lo que he recibido de niña y no es lo que le quiero dar a mi hijo. Cuando para NAvidad le hago regalos a los niños de la familia siempre les pongo tarjetas con nuestros nombres. Todavía son pequeños pero la mayor pronto sabrá leer.
Yo prefiero que sepan que x persona que los quiere mucho ha pensado en ellos y elegido un regalo especialmente para cada uno, algo que les guste. Saber elegir un regalo es pensar en el otro, conocerlo. No tiene que ser el más caro, tiene que ser el que estaba esperando.
La Navidad de Laura Gutman es la de la minoría, en Argentina, que es también su país, son mayoría los chicos que pueden aspirar como gran lujo a cenar en casa, luego de comer todo el año en el comedor escolar, no porque lo padres trabajen, sino porque no tienen recursos para alimentarlos.
Esa mayoría de niños recibe por juguete alguno que le ha sobrado a estos pocos cuyas familias pueblan los centros comerciales. Sus padres no tienen tarjeta de crédito (yo tampoco, pero elegi no tenerla) pues nadie "les da crédito".
Y así, con techo de chapa, con poca comida, calor y mosquitos, a veces lluvia que gotea dentro de la casa, es difícil pensar en "ofrecer a los niños una noche especial".
Muy cerca de la Navidad de los centros comerciales, con decoraciones recargadas y buenos deseos, algún hombre o mujer revuelve la basura con sus hijos alrededor, para sacar algo que vender y algo que comer.
Le falta un rostro -o millones- a esa Navidad.
Besos, Romina
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