Video de parto en casa precioso

Hola. Estoy intentando dormir a Alexia mientras reviso el foro y no es plan ver el vídeo del parto o se me va a espabilar de golpe.

y con que tranquilidad lo hace todo, sin un grito! ni un grito en el expulsivo! yo no sé cómo es capaz de aguantar sin expresar más..no sé, es lo que más me choca. La capacidad que tiene para concentrarse en las contracciones y en su dolor y sobrellevarlo

Te cuento que yo en el parto de Yaiza, sin ningún tipo de analgesia, no grité, si quiera gemí. Soplaba, resoplaba, respiraba hondo, hacía el típico ruido de fuerza...la matrona alucinaba conmigo y aún más por el hecho de que yo sólo tenía 21 años. El dolor era intenso, pero el matrón que me llevó el embarazo era un encanto, muy pro-crianza natural, muy majo, y nos explicaba cómo concentrarnos, cómo tener la mente ocupada en otras cosas durante los 30 segundos que duraba la contracción, cómo relajarnos en el rato que había entre una contracción y otra, cómo vivir esas horas de dilatación...

El parto de Alexia fue mucho peor, porque el dolor se me tiró a los riñones de una manera horrorosa. No podía empujar, no podía respirar hondo, necesitaba estar en posición fetal y que mi marido tuviera sus dos manos en mis riñones presionando fuerte...y aunque horas antes había estado comprando (con contracciones cada 20 minutos) en Carrefour, aunque me estuve paseando estoicamente por casa hasta que fueron cada 3-5 minutos, y parecía toda envalentonada...cuando llegué a urgencias y me sentaron en la silla de ruedas, me puse a llorar. En este parto no podía contenerme, mi cuerpo me pedía exteriorizar los sentimientos y aunque lo hice de manera contenida (para todo soy así) hubo algún momento en que me puse a gemir, a lloriquear, a decirle a mi marido "no puedo, no aguanto más, es horriiiiiible" y solté algún grito...En ese aspecto fueron dos partos diferentes, no sólo en la intensidad y tipo de dolor, sino también en cómo me sentía yo y cómo necesitaba actuar.

Este matrón del que os hablaba me inculcó en su momento bastante la idea de que gritando, llorando, insultando al marido, pataleando, etc. lo único que haríamos era perder innecesariamente la energía. Y que esa energía la debíamos utilizar para concentrarnos y para respirar. Que el dolor era bueno, porque nos indicaba cuándo había que empujar. Y que era un dolor que nos traía algo bueno: un bebé muy deseado.