Luchando con Simone

Leo y releo Luchando con Simone, y Nuria me transporta inmediatamente a aquélla época en la que la niña Simone se fue de viaje a una frontera (tomo la imagen prestada de Nuria) en la que el tiempo se mide en noticias y lo marcan las visitas de los médicos, el futuro no existe y el espacio es un edificio gris que lo contiene todo, porque lo que no entra ahí deja de existir. Un mundo árido, un universo condensado que es espejo de una realidad que si podemos, evitamos mirar. Nos queda grande. ¿Cómo no nos va a quedar grande?

Nuria nos cuenta todos los días, a veces en más de un post diario, su aventura en la frontera: frontera de la vida, de la felicidad, de tantas cosas. La escritura no tiene distancia: escribe en directo, con la niña en brazos, velándola en su cuna, casi siempre de noche. Persigue a sus pensamientos a una velocidad endiablada (velocidad y quietud en el hospital, todo superpuesto). Trasladada al libro, la urgencia, esa necesidad, es apabullante. Casi cinco años después, hay frases que vuelven y retumban en la memoria. Empieza uno a leer y no puede soltar el libro, la historia que en su día fue por entregas y de la que no sabíamos el final.

En todo ese tiempo, se pasa del miedo sin matices a la determinación de arañarle vida al hospital: no sólo cumplir días, uno detrás de otro, sino vivir queriéndose, buscando la felicidad en mil cosas, ejerciendo la alegría como imperativo vital. Nuria por su lado, cuando decide que el tiempo del hospital no puede ser un mero compás de espera al margen de la vida (no-tiempo, no-lugar), sino una etapa, un viaje, que hay que hacer viviendo, y por otro Simone, que regala sonrisas, echa dientes y enamora a quienes tienen el privilegio de conocerla, de tratarla. Con una fiereza una y otra que dice mucho acerca de quiénes son estas dos mujeres. Cómo son en esta familia: también el papá y el hermano que sostienen el hogar que aparece de vez en cuando en la historia, ese caos a la hora de comer.

Me gusta ver en el libro el reflejo de las amigas del foro: quien le recuerda a Nuria que Simone sí conoce muchas cosas además de la enfermedad y el hospital, quienes encontraron palabras de ánimo para cada momento, quienes fueron a verlas. Fue una gran conversación a muchas voces. Yo personalmente no solía tener palabras, sólo besos.

Leo y me vuelven a la cabeza algunas impresiones propias de aquél momento, a lo mejor no todas nuevas de entonces, pero que se fueron articulando al tener la historia delante, en su entrega diaria. Por una parte las que surgen al tener la tentación de escribir “sois tan buenas personas, os quiere tanta gente, que Simone va a vivir, cómo no va a vivir con lo fuerte que tú eres, con tu actitud tan positiva”, y pensar antes de teclear qué supone leer, escuchar eso para quien no sale del paso. Es un mensaje que de una forma u otra carga con la responsabilidad de la curación, de la supervivencia, al paciente y sus seres queridos. Unas implicaciones terribles para un mensaje que parece tan bienintencionado (y que lo es, no me cabe duda). Otra: “estoy segura de que todo va a salir bien”; pero yo no estaba segura, nadie lo estaba. Yo deseaba mucho un buen desenlace, me espantaba pensar en otra cosa, no me cabía otra cosa en la cabeza, pero saberlo… ojalá. Más: mis ganas ocasionales (pura cobardía) de salir del foro, salir de la historia, no saber nada más.

Y Nuria mientras, contándonos el partido, los marcadores que una y otra vez le dan la victoria a Simone, en un relato absorbente, emocionante, único, que obliga a mirar cómo se vive en esa frontera, muestra una experiencia de crianza y de vida en el límite, belleza donde menos se espera. Quizá mucha de la gente que pasa por algo así lo siente, lo vive de una forma similar, con la fuerza y la lucidez de Nuria. A lo mejor es una técnica de supervivencia imprescindible, y como ella dice en el libro, quien no tiene más remedio que ser fuerte lo es. No lo sé. Pero sí sé que no habrá mucha gente capaz de contárnoslo de una forma tan hermosa.

Un beso. Como siempre.

Yo ingresé en el foro y ya estaba Simone malita. Hube de leer muchas páginas antes de ponerme al día, con el alma asustada y el corazón encogido. Y aunque me daba pudor meter baza en una historia en la que yo era una extraña, hubo un momento en que necesité aportar mi granito de arena. Desde el principio tuve el pálpito de que el maldito virus lo había complicado todo y que, muerto el perro igual acababa la rabia...pero todo iba tomando una cariz cada vez más precario. Cada vez dolían aún más esas analíticas a Simone, cada catéter estropeado... Y ese final incierto que asustaba a menudo y esperanzaba lo justito antes de volver a asustar.
Y la absolutamente increíble fortaleza de Nuria, que con una especial sensibilidad nos transmitía ese amor.que Simone y ella compartían y que hacía insufrible imaginar cualquier desenlace.que no fuera el de que Simone sanara...

Gracias Isabel por tus palabras. Gracias Almudena.

Afortunadamente la vida se abrió paso. Qué bueno poder haber escrito una historia con final feliz. No todas las historias acaban igual... Así que la vida, finalmente, fue agradecida y nos enseñó a vivir sin el precio de un peaje demasiado caro. Me quedo con lo especial que fue compartir la historia aquí. Es difícil imaginar para quién no lo vivió. Pero quién lo hizo creo que fueron momentos difíciles de olvidar.

Y el libro "Luchando con Simone" es un regalo para Simone sobre todo. También para Ulises. Lo leerán en su momento y conocerán su historia y lo valientes que fueron con tan corta edad...

Gracias por estar ahí.

Besos!

Isabel, qué bonito lo que escribes y cómo expresas esos momentos que fueron tan duros y tan inciertos...

Y la fuerza y lucidez de Nuria, a las que haces referencia, fue algo que a todas nos sorprendía y motivaba, porque evidentemente pasamos junto a ella miedo, incertidumbre, tremenda preocupación...pero ya lo decíamos en su momento: SIMONE SÍ O SÍ. No había otra posibilidad, porque YO PARA SER FELIZ QUIERO A SIMONE