La Revolución Calostral
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La Revolución Calostral
Por Ileana Medina Hernández
“La revolución calostral es la fusión de la imagen de la Madre con la imagen de la Madre Tierra.
La revolución calostral es una etapa obligatoria hacia la armonización del instinto y la Ciencia, entre el cerebro primitivo y el Neocortex. No es utópica, ya ha comenzado. Se trata de una revolución en la medida que implica un retorno a nuestra condición de mamíferos y un nuevo punto de partida. Para favorecer la llamada revolución calostral, no tiene que faltar ocasión de repetir en el mayor número de lugares que nosotros somos mamíferos."
Michel Odent
Desde que el camino de la maternidad me llevó a la investigación de estos temas, siempre pensé que la antigua y ancestral "lactancia materna" es la idea más revolucionaria y subversiva que se pueda defender en el mundo hoy en día.
Luego, otras lecturas me lo han confirmado. Resulta que Wilhem Reich ya había dicho: “La civilización comenzará el día en que la preocupación por el bienestar de los recién nacidos prevalezca sobre cualquier otra consideración". La socióloga española Isabel Aler ha afirmado también más recientemente: "La lactancia materna es un acto político de insumisión". Michel Odent la llamó "revolución calostral". Laura Gutman la ha llamado "la revolución de las madres: el desafío de nutrir a nuestros hijos".
Decir que la lactancia materna, gesto biológico que acompaña a la especie humana y a todos los mamíferos durante millones de años de evolución, puede ser revolucionaria, parece un contrasentido. Sin embargo, dadas las condiciones actuales de desarrollo tecnológico y el desafuero consumista depredador que se ha desarrollado en el mundo entero a partir del modelo industrial occidental, reivindicar un acto tan naturalmente simple se vuelve, cómo no, revolucionario.
Quiero analizar en este artículo por qué el retorno de la mujer moderna a la lactancia materna natural, o sea, no interrumpida por administración de biberones de fórmula, y que dure al menos los dos años que recomienda la Organización Mundial de la Salud, constituiría una gran revolución de la humanidad; esa Revolución "del amor" con la que sueñan los místicos; un nexo de unión entre la naturaleza, la ciencia, la psicología y la política; un fenómeno transversal (en el lenguaje politícamente correcto diríamos mainstreaming) capaz de transformar la realidad social en su conjunto.
•La lactancia materna implica una revolución anti-patriarcal y del mercado laboral
Que las mujeres del siglo XXI, insertadas en plena igualdad en el mundo laboral (aún falta mucho para ello), logremos conciliar verdaderamente nuestro trabajo en el mundo público con la atención a nuestros bebés, sería la verdadera revolución feminista que aún está por llegar.
Como he dicho en otras ocasiones, la incorporación al mundo laboral de las mujeres exige que éste sufra grandes cambios que aún no han hecho más que comenzar tímidamente.
Cambios que no solo tienen que ver con las mujeres, sino también con los hombres-padres, y con la familia en su conjunto: verdadera flexibilidad horaria, racionalización de los horarios de trabajo, optimización de la jornada y de la productividad, erradicación de la jornada partida, control del trabajo por objetivos y no por horarios, teletrabajo, permisos de maternidad y paternidad más extensos, trabajos domiciliarios y comunitarios, centros de cuidado infantil en los propios lugares de trabajo donde hayan pocos niños por cuidadora y se les ofrezca porteo y contacto físico o donde incluso las mismas madres pudieran rotarse para cuidar de los niños... y sobre todo reducción de la jornada laboral, tanto para las mujeres como para los hombres, de modo tal que las familias puedan permanecer más tiempo junto a sus hijos.
Un mundo laboral donde las madres estén presentes habitualmente, y lo hagan compatible con la crianza, debería permitir que las madres -o los padres que cuidan de sus bebés- no tengan que llegar a la oficina/fábrica todos los días a la misma hora; que se ausenten para dar de mamar a sus hijos; que puedan permanecer si así lo desean al cuidado de sus bebés por lo menos hasta los dos años remuneradamente; que incluso en algunos trabajos las madres y los padres puedan llevar a sus hijos consigo; que toda la sociedad contribuya a la crianza; que los padres negocien sus horarios laborales para hacerse cargo de los bebés; que las diferencias entre el mundo público y el mundo privado se acorten; que se apoye y se retribuya la crianza; que el mundo se diseñe en función de los niños, que son el futuro, la conservación y el mejoramiento de la especie humana.
Reconocer, prestigiar y apoyar material y socialmente la importancia irrebatible de la lactancia materna ayuda a que la sociedad se concientice con el apoyo de la crianza en su conjunto, y no solo el momento del parto y sus míseras 16 semanas posteriores, cambiando el modelo ya no para pensar solamente en la igualdad entre los hombres y mujeres, sino también en los derechos de los niños pequeños.
Por otra parte, ayuda a tomar conciencia de que amamantar; ofrecer cuerpo, contacto y mirada exclusiva a los niños pequeños; y permanecer junto a ellos, es una actividad importantísima que la sociedad debe valorar y remunerar:
"En nuestra sociedad de consumo, cada actividad tiene un precio. Ahora bien, la actividad de cuidar, cobijar, permanecer, ayudar, traducir, alimentar, consolar y proteger a la cría no lo tiene. Es lógico. Está ligada al amor materno, que es altruista por definición. Sin embargo, como todos necesitamos comer, cuidarnos y acceder a un confort básico, es importante hacer cuentas imaginarias para establecer acuerdos dentro de una comunidad o dentro de una familia. Las mujeres que nos convertimos en madres necesitamos recibir una compensación comunitaria -que puede no tener forma de dinero- dentro de un intercambio que sea beneficioso para todos." (Laura Gutman: "El peso simbólico del dinero" en Revista El mundo de tu bebé, diciembre 2009).
•La lactancia materna como utopía: una revolución de igualdad y justicia social
En las varias lecturas que he realizado sobre los temas de lactancia, crianza y maternidad, no me he encontrado aún ningún análisis sobre un detalle que me parece fundamental: desde el origen del patriarcado, a las mujeres de las clases altas se les ha "prohibido" amamantar a sus hijos. Dentro de las normas y usos de las clases oligárquicas, la lactancia -y la crianza- fue considerada como una "tarea doméstica" más, que debían realizar esclavas o criadas, llamadas nodrizas.
Conociendo hoy científicamente la importancia que tiene la lactancia, la no separación del bebé de su madre y la presencia permanente del cuerpo materno para el bebé en sus primeros meses, cabe preguntarse: ¿ha sido la privación de la lactancia materna y de los cuidados maternales, uno de los mecanismos -quizás inconsciente, o no- utilizado por las clases oligárquicas patriarcales para criar "herederos" y no hijos, para garantizar la sumisión (que diría Casilda Rodrígañez) y la necesidad adictiva de acumular poder, fama y riquezas materiales que compensen (el pecado de) la falta de "madre" original? ¿O es el "crimen de la madre", la supresión de los cuidados maternales, precisamente lo que ha generado después la "civilización" patriarcal basada en la diferencia de clases y la explotación de mano de obra humana?
Sea primero el huevo o la gallina, es indudable que ambas cosas están relacionadas entre sí.
Plantear que un bebé humano, todo bebé humano, lo único que necesita es algo que todas las madres podemos dar: cuerpo y leche maternas, independientemente de cuál sea nuestra posición social, es negar que exista ningún privilegio para quien nace en "cuna de oro".
Demostrar que lo mejor para el bebé humano es algo que no necesita comprarse con dinero es ya de por sí revolucionario. A la sociedad de consumo, y a todas las sociedades que basan su escala social en la posesión de bienes materiales (o sea, casi todas las sociedades que conocemos) no le interesa que sea tan barato y tan natural criar niños felices.
Pero lo más importante es que los niños que son criados con lactancia materna, con apego, con seguridad y con cuerpo materno mientras son bebés, y que son respetados y queridos en su infancia, tendrán una autoestima mucho más sólida en su vida adulta y necesitarán menos de la ambición, del poder y de la acumulación de riquezas materiales para conseguir ser felices. Serán más solidarios, más generosos, menos ambiciosos, adultos más centrados emocional y espiritualmente.
El estilo de crianza basado en la compatibilidad de la lactancia materna prolongada, el porteo, el colecho, el tiempo dedicado por la familia a los niños pequeños, dentro de una sociedad democrática de derecho madura y justa, permite repartir mejor la riqueza, el tiempo de trabajo, el empleo, y minimiza las ficticias necesidades materiales absurdas que ha creado la espiral sin fondo de la sociedad de consumo.
•La lactancia materna es una revolución ecologista y anti-consumista
Por las misma razones anteriores, la lactancia materna es una revolución ecologista y anti-consumista.
Como bien demuestra María Jesus Blázquez, la lactancia se integra en el movimiento ecofeminista no sólo porque en sí misma no necesita violentar los recursos naturales ni porque la alimentación "al pecho" es lo más natural y barato, sino porque la lactancia contribuye a devolver el poder femenino a las mujeres y con ellas, a devolver el respeto a la Madre Tierra.
La lactancia materna es "el primer acto de soberanía alimentaria", en la lactancia materna es el bebé quien marca el ritmo, la cantidad y la calidad de lo que come. Quien inicia su vida en un entorno de alimentación natural, de respeto por sus ritmos vitales y sus necesidades básicas, de confort y calor humano, será en el futuro un ser más libre, más independiente, más fuerte, en armonía con el entorno, más respetuoso con la naturaleza que le vino dada a través de su madre.
Los hilos invisibles que unen la cultura del amamantamiento con sociedades menos violentas, menos explotadoras de sí mismas y del medio ambiente, son cada vez más evidentes. Son los hilos de la autoestima, de la generosidad, del amor por el prójimo y por uno mismo, de la paz.
•La lactancia materna es una revolución de amor
Por todo esto, la lactancia materna larga y a demanda, unida al estilo de crianza natural que de ella emana, es, en total, una revolución de amor.
Del amor que el bebé recibe al permanecer en contacto con el cuerpo de su madre, que posibilitará que el vínculo afectivo entre ambos sea insustituible en el resto de las etapas de su vida; que le permitirá saltar a su debido momento de una sana relación con su madre a una sana relación con todos los demás seres humanos; que le permitirá confiar -desde su primer entorno, el entorno maternal- en que el mundo es un lugar bueno para él y para todos; que le permitirá recibir amor para luego poder a su vez darlo; que le permitirá conformar una autoestima saludable que le permita amar y respetar al prójimo, al resto de los seres vivos, a la naturaleza y al universo; que le permitirá conformar su sistema neurológico para la paz y el amor y no para la guerra, el estrés, la competencia y la pura supervivencia; que le permitirá sanar las sagas familiares de desamor y construir en su día su propia familia con bondad y generosidad; que le permitirá en fin, saberse amado y amar.
“La revolución calostral es la fusión de la imagen de la Madre con la imagen de la Madre Tierra.
La revolución calostral es una etapa obligatoria hacia la armonización del instinto y la Ciencia, entre el cerebro primitivo y el Neocortex. No es utópica, ya ha comenzado. Se trata de una revolución en la medida que implica un retorno a nuestra condición de mamíferos y un nuevo punto de partida. Para favorecer la llamada revolución calostral, no tiene que faltar ocasión de repetir en el mayor número de lugares que nosotros somos mamíferos."
Michel Odent
Desde que el camino de la maternidad me llevó a la investigación de estos temas, siempre pensé que la antigua y ancestral "lactancia materna" es la idea más revolucionaria y subversiva que se pueda defender en el mundo hoy en día.
Luego, otras lecturas me lo han confirmado. Resulta que Wilhem Reich ya había dicho: “La civilización comenzará el día en que la preocupación por el bienestar de los recién nacidos prevalezca sobre cualquier otra consideración". La socióloga española Isabel Aler ha afirmado también más recientemente: "La lactancia materna es un acto político de insumisión". Michel Odent la llamó "revolución calostral". Laura Gutman la ha llamado "la revolución de las madres: el desafío de nutrir a nuestros hijos".
Decir que la lactancia materna, gesto biológico que acompaña a la especie humana y a todos los mamíferos durante millones de años de evolución, puede ser revolucionaria, parece un contrasentido. Sin embargo, dadas las condiciones actuales de desarrollo tecnológico y el desafuero consumista depredador que se ha desarrollado en el mundo entero a partir del modelo industrial occidental, reivindicar un acto tan naturalmente simple se vuelve, cómo no, revolucionario.
Quiero analizar en este artículo por qué el retorno de la mujer moderna a la lactancia materna natural, o sea, no interrumpida por administración de biberones de fórmula, y que dure al menos los dos años que recomienda la Organización Mundial de la Salud, constituiría una gran revolución de la humanidad; esa Revolución "del amor" con la que sueñan los místicos; un nexo de unión entre la naturaleza, la ciencia, la psicología y la política; un fenómeno transversal (en el lenguaje politícamente correcto diríamos mainstreaming) capaz de transformar la realidad social en su conjunto.
•La lactancia materna implica una revolución anti-patriarcal y del mercado laboral
Que las mujeres del siglo XXI, insertadas en plena igualdad en el mundo laboral (aún falta mucho para ello), logremos conciliar verdaderamente nuestro trabajo en el mundo público con la atención a nuestros bebés, sería la verdadera revolución feminista que aún está por llegar.
Como he dicho en otras ocasiones, la incorporación al mundo laboral de las mujeres exige que éste sufra grandes cambios que aún no han hecho más que comenzar tímidamente.
Cambios que no solo tienen que ver con las mujeres, sino también con los hombres-padres, y con la familia en su conjunto: verdadera flexibilidad horaria, racionalización de los horarios de trabajo, optimización de la jornada y de la productividad, erradicación de la jornada partida, control del trabajo por objetivos y no por horarios, teletrabajo, permisos de maternidad y paternidad más extensos, trabajos domiciliarios y comunitarios, centros de cuidado infantil en los propios lugares de trabajo donde hayan pocos niños por cuidadora y se les ofrezca porteo y contacto físico o donde incluso las mismas madres pudieran rotarse para cuidar de los niños... y sobre todo reducción de la jornada laboral, tanto para las mujeres como para los hombres, de modo tal que las familias puedan permanecer más tiempo junto a sus hijos.
Un mundo laboral donde las madres estén presentes habitualmente, y lo hagan compatible con la crianza, debería permitir que las madres -o los padres que cuidan de sus bebés- no tengan que llegar a la oficina/fábrica todos los días a la misma hora; que se ausenten para dar de mamar a sus hijos; que puedan permanecer si así lo desean al cuidado de sus bebés por lo menos hasta los dos años remuneradamente; que incluso en algunos trabajos las madres y los padres puedan llevar a sus hijos consigo; que toda la sociedad contribuya a la crianza; que los padres negocien sus horarios laborales para hacerse cargo de los bebés; que las diferencias entre el mundo público y el mundo privado se acorten; que se apoye y se retribuya la crianza; que el mundo se diseñe en función de los niños, que son el futuro, la conservación y el mejoramiento de la especie humana.
Reconocer, prestigiar y apoyar material y socialmente la importancia irrebatible de la lactancia materna ayuda a que la sociedad se concientice con el apoyo de la crianza en su conjunto, y no solo el momento del parto y sus míseras 16 semanas posteriores, cambiando el modelo ya no para pensar solamente en la igualdad entre los hombres y mujeres, sino también en los derechos de los niños pequeños.
Por otra parte, ayuda a tomar conciencia de que amamantar; ofrecer cuerpo, contacto y mirada exclusiva a los niños pequeños; y permanecer junto a ellos, es una actividad importantísima que la sociedad debe valorar y remunerar:
"En nuestra sociedad de consumo, cada actividad tiene un precio. Ahora bien, la actividad de cuidar, cobijar, permanecer, ayudar, traducir, alimentar, consolar y proteger a la cría no lo tiene. Es lógico. Está ligada al amor materno, que es altruista por definición. Sin embargo, como todos necesitamos comer, cuidarnos y acceder a un confort básico, es importante hacer cuentas imaginarias para establecer acuerdos dentro de una comunidad o dentro de una familia. Las mujeres que nos convertimos en madres necesitamos recibir una compensación comunitaria -que puede no tener forma de dinero- dentro de un intercambio que sea beneficioso para todos." (Laura Gutman: "El peso simbólico del dinero" en Revista El mundo de tu bebé, diciembre 2009).
•La lactancia materna como utopía: una revolución de igualdad y justicia social
En las varias lecturas que he realizado sobre los temas de lactancia, crianza y maternidad, no me he encontrado aún ningún análisis sobre un detalle que me parece fundamental: desde el origen del patriarcado, a las mujeres de las clases altas se les ha "prohibido" amamantar a sus hijos. Dentro de las normas y usos de las clases oligárquicas, la lactancia -y la crianza- fue considerada como una "tarea doméstica" más, que debían realizar esclavas o criadas, llamadas nodrizas.
Conociendo hoy científicamente la importancia que tiene la lactancia, la no separación del bebé de su madre y la presencia permanente del cuerpo materno para el bebé en sus primeros meses, cabe preguntarse: ¿ha sido la privación de la lactancia materna y de los cuidados maternales, uno de los mecanismos -quizás inconsciente, o no- utilizado por las clases oligárquicas patriarcales para criar "herederos" y no hijos, para garantizar la sumisión (que diría Casilda Rodrígañez) y la necesidad adictiva de acumular poder, fama y riquezas materiales que compensen (el pecado de) la falta de "madre" original? ¿O es el "crimen de la madre", la supresión de los cuidados maternales, precisamente lo que ha generado después la "civilización" patriarcal basada en la diferencia de clases y la explotación de mano de obra humana?
Sea primero el huevo o la gallina, es indudable que ambas cosas están relacionadas entre sí.
Plantear que un bebé humano, todo bebé humano, lo único que necesita es algo que todas las madres podemos dar: cuerpo y leche maternas, independientemente de cuál sea nuestra posición social, es negar que exista ningún privilegio para quien nace en "cuna de oro".
Demostrar que lo mejor para el bebé humano es algo que no necesita comprarse con dinero es ya de por sí revolucionario. A la sociedad de consumo, y a todas las sociedades que basan su escala social en la posesión de bienes materiales (o sea, casi todas las sociedades que conocemos) no le interesa que sea tan barato y tan natural criar niños felices.
Pero lo más importante es que los niños que son criados con lactancia materna, con apego, con seguridad y con cuerpo materno mientras son bebés, y que son respetados y queridos en su infancia, tendrán una autoestima mucho más sólida en su vida adulta y necesitarán menos de la ambición, del poder y de la acumulación de riquezas materiales para conseguir ser felices. Serán más solidarios, más generosos, menos ambiciosos, adultos más centrados emocional y espiritualmente.
El estilo de crianza basado en la compatibilidad de la lactancia materna prolongada, el porteo, el colecho, el tiempo dedicado por la familia a los niños pequeños, dentro de una sociedad democrática de derecho madura y justa, permite repartir mejor la riqueza, el tiempo de trabajo, el empleo, y minimiza las ficticias necesidades materiales absurdas que ha creado la espiral sin fondo de la sociedad de consumo.
•La lactancia materna es una revolución ecologista y anti-consumista
Por las misma razones anteriores, la lactancia materna es una revolución ecologista y anti-consumista.
Como bien demuestra María Jesus Blázquez, la lactancia se integra en el movimiento ecofeminista no sólo porque en sí misma no necesita violentar los recursos naturales ni porque la alimentación "al pecho" es lo más natural y barato, sino porque la lactancia contribuye a devolver el poder femenino a las mujeres y con ellas, a devolver el respeto a la Madre Tierra.
La lactancia materna es "el primer acto de soberanía alimentaria", en la lactancia materna es el bebé quien marca el ritmo, la cantidad y la calidad de lo que come. Quien inicia su vida en un entorno de alimentación natural, de respeto por sus ritmos vitales y sus necesidades básicas, de confort y calor humano, será en el futuro un ser más libre, más independiente, más fuerte, en armonía con el entorno, más respetuoso con la naturaleza que le vino dada a través de su madre.
Los hilos invisibles que unen la cultura del amamantamiento con sociedades menos violentas, menos explotadoras de sí mismas y del medio ambiente, son cada vez más evidentes. Son los hilos de la autoestima, de la generosidad, del amor por el prójimo y por uno mismo, de la paz.
•La lactancia materna es una revolución de amor
Por todo esto, la lactancia materna larga y a demanda, unida al estilo de crianza natural que de ella emana, es, en total, una revolución de amor.
Del amor que el bebé recibe al permanecer en contacto con el cuerpo de su madre, que posibilitará que el vínculo afectivo entre ambos sea insustituible en el resto de las etapas de su vida; que le permitirá saltar a su debido momento de una sana relación con su madre a una sana relación con todos los demás seres humanos; que le permitirá confiar -desde su primer entorno, el entorno maternal- en que el mundo es un lugar bueno para él y para todos; que le permitirá recibir amor para luego poder a su vez darlo; que le permitirá conformar una autoestima saludable que le permita amar y respetar al prójimo, al resto de los seres vivos, a la naturaleza y al universo; que le permitirá conformar su sistema neurológico para la paz y el amor y no para la guerra, el estrés, la competencia y la pura supervivencia; que le permitirá sanar las sagas familiares de desamor y construir en su día su propia familia con bondad y generosidad; que le permitirá en fin, saberse amado y amar.
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Re: La Revolución Calostral
Interesantísimo, y un resumen perfecto de las dimensiones políticas de nuetras decisiones personales. Lo voy a guardar.
Bird- Nivel 4
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