Creando tradiciones

**Alines** Vie 16 Dic 2016, 16:19

El año pasado por estas fechas escribí un cuentecillo navideño que recibió buenas críticas por parte de mis amigos. Eso me ha animado a repetir este año la experiencia.
Y para que este foro, que tanto me ha ayudado y tan buenas amigas me ha regalado, pueda disfrutarlo, aquí os lo dejo.

Creando una tradición familiar...

EL SONAJERO REAL

¡Hola, hola! Para los que no lo sepáis, hace mucho que doy vueltas por el mundo. Más que tú. Y más que tu abuela y abuelo. Y más que tu tataratatarabuela y tataratatarabuelo. Y más que... Bueno, eso. Que ni siquiera recuerdo cuando nací, me formé y me fragmenté. Pero sí recuerdo la primera vez que viajé.
¡Ah, vale! ¡Que no me he presentado!, Disculpadme, pero la edad no perdona ni a las piedras. ¡Sí, claro! Las piedras también envejecemos. ¡A ver si vais a creer que yo siempre he sido tan pequeña como ahora! No, no me he equivocado. Vosotros, los humanos, crecéis cuando el tiempo pasa a través vuestro. Pero para las piedras... ¡Ay, que distinto es! Empezamos siendo montañas, pedruscos enormes que podríamos matarte si cayésemos sobre tu cabeza. ¡Oh! Pero tenemos enemigos poderosos. El calor, que agrieta nuestra superficie. El agua ,que se filtra en nuestro interior. Y el frío. ¡ Cómo no! Ese tunante es el esbirro del agua. Juntos crean el hielo quien, como una daga inmisericorde, nos atraviesa el alma. Y el alma de una piedra es bien dura. ¿O es el corazón? Bueno, yo de eso no sé mucho, porque las piedras en realidad no tenemos nada dentro que palpite, aunque os empeñéis en usar la expresión "corazón de piedra" para vuestra falta de sensibilidad. ¡Menuda patraña! Las piedras somos muy sensibles...Aunque desde Miguel Ángel pocos lo han apreciado.
Bueno, venga, que me estoy desviando del tema.
Te decía que aún recuerdo mi primer viaje, y eso que han pasado un montonazo de siglos. Yo entonces era un precioso guijarro con ganas de aventuras, pero es evidente que vivirlas no estaba en mis pies. Más que nada porque no los tengo...
Nosotras, las piedras, vivimos mucho pero muy lentamente. Y aunque a veces recorremos distancias increíbles, dependemos de esas circunstancias a las que llamáis casualidades. Un golpe de viento en el momento adecuado que te lleva dentro de una alforja, por ejemplo...
Ya sé que no es una forma muy ortodoxa de viajar, como bien se encargaron de remarcarlo los ocupantes autorizados de dicha alforja. Pero yo no era un polizón voluntariamente. Me vi empujado por aquella brisa traviesa a la que tanta gracia le hizo moverme arriba y abajo de la montaña mientras yo protestaba. Al tiempo que se reía de mí susurró : "Sólo te ayudo a cumplir tus sueños", y ya me vi a oscuras, rodeado de todo tipo de objetos hermosos que se daban mucho postín.
Lo cierto es que mi aventura no empezaba de forma demasiado halagüeña. Apenas vislumbraba algo de luz cuando el dueño de la alforja la entreabría para sacar a algunos compañeros de viaje que ya no regresaban. Desde mi oscuridad escuchaba como cambiaban de manos antes de continuar el camino.
Una de esas veces dio la casualidad de que quedé bien situado antes de que se entreabriera la bolsa y observé una extraña luz en el cielo . Poseía un resplandor especial que me cautivó haciéndome arder en deseos de seguirla. Lo que yo desconocía entonces era que esa luz era una estrella. ¡Y no una estrella cualquiera! ¡No,señor!
Desconozco durante cuánto tiempo viajamos, pero la alforja se fue vaciando hasta que sólo quedábamos unas simpáticas piedras preciosas, un cofrecillo dorado muy reservado y yo. Me sentía realmente insignificante... y lo era. Pero esa fue mi fortuna. Nunca hubiera llegado hasta donde llegué de no ser tan poco valioso.
¿Cuántas veces después, a lo largo de mi periplo en este mundo , no me habrán despreciado sin saber hasta dónde llegué?
¡Sí , sí ! Ya sigo... Estaba a punto de pecar de inmodestia, cosa extraña en una piedra. Humildad ante todo, queridos amiguitos. Nada hay menos valioso que una mota de polvo y, sin embargo, todos acabaremos siéndolo.
Tras un interminable abrir y cerrar de alforjas, llegó el día en que aquella mano pálida y casi translúcida tomó al cofrecillo que tan discretamente había ocultado lo que protegía dentro de su abdomen hueco .Todo un mérito si tenemos en cuenta la insistencia de una hermosa esmeralda en que nos lo revelase.
Alcancé a vislumbrar la oscura noche iluminada por aquel resplandor que ya mencioné anteriormente y, justo en ese momento, un llanto rompió el silencio. Me estremecí , porque jamás había escuchado llorar a un bebé. ¡Y mira a cuántos he oído desde entonces, a menudo por mi culpa! Las rodillas de los infantes y yo nunca nos hemos entendido bien...
Tras un instante de duda, la mano volvió a entrar en mi oscuro mundo y me aprehendió. La hermosa luz brillaba sobre mí.
Apenas tuve tiempo de observar como el cofrecillo me guiñaba una bisagra cuando, súbitamente, me descubrí en su interior. Unas manos nos agitaron y me sentí impulsado en todas las direcciones hasta ser incapaz de decir dónde quedaba el cielo y dónde el suelo.
El cofrecillo y yo repiqueteamos unidos y nuestra canción inundó la noche.
Fuera se escuchaba el sonido más bello del universo...La risa de un Niño.

A.N.S. 15 de diciembre de 2016

**Désirée Sanz** Dom 25 Dic 2016, 21:43

¡¡¡Me ha encantado!!! Es sorprendente, y te lo digo con sinceridad, lo bien que escribes...

Me ha cautivado la historia, ese precioso cuento explicado en primera persona por el original protagonista de ésta.

Ojalá algún día publiques tu propio libro de cuentos. Hasta entonces estaría bien ir registrándolos de manera oficial en algún sitio.

¡¡Sigue así!!

Creando tradiciones

Creando tradiciones

Re: Creando tradiciones