Lo que aprendemos en la infancia, perdura

Hola chicas,
Pido perdón por mis ideas recurrentes, vaya eso de antemano      

Dentro de ese proceso mío que denomino "dejar de pensar para hacer" (aunque realmente no podré dejar de pensar jj), me ha pasado lo siguiente:

Para la semana de la multiculturalidad de Ulises he preparado una versión moderna de un postre típico vasco: queso con membrillo. He hecho una mousse de queso cubierta con una fina capa de dulce de membrillo. Mañana la llevo porque van a hacer un mapa de comidas del mundo con contribuciones de las familias y profesorado.

Bueno, pues me sobraron ayer un par de claras de huevo que me dio pena de tirar. Esta noche, una imagen me ha venido a la cabeza... cuando en el pueblo mi abuela, mi madre y mi tía hacían madalenas. Solían hacer todos los años una vez al año cuando yo era pequeña y luego las llevaban al horno de la panadería a hornear. Hace mucho, mucho tiempo. Yo creo que no tendría más de 7 u 8 años la última vez. Recuerdo que para mí había dos momentos épicos: uno aquel en el que la clara de huevo montada se convertía en merengue gracias al azúcar y otro el de oler el olor de las madalenas en el horno panadero (que está al lado de casa de mi abuela). El primero es el que me sugiere este post... Recuerdo muy bien aquella llamada de "Nuria... ya ha salido el merengue!!" o bien estaba yo allí ya para meter el dedo.

Así que sin azúcar glass ni visitas a internet ni batidora ni demás modernidades varias, he sacado el plato de la nevera y me he puesto a batir y a batir y a batir. Sin prisa.... con el recuerdo de la cocina de mi abuela que sigue estando más o menos igual. Al batir y batir la clara de huevo se va convirtiendo en una maravillosa espuma. Y bates y bates y la espuma crece y notas sus agujeritos y bates y bates y notas como aquello va pareciendo lo que debe ser una nube por dentro. Y entonces llega un momento que vas al azucarero y sin peso ni medidas ni recetas ni nada empiezas a echar un poquito de azúcar y sigues batiendo. Y más azúcar. Y bates. Y en tu tenedor aquello se va haciendo más espeso y más blanco. Qué maravilloso color blanco. Y más azúcar y más bates... Y... ¡vualá! aquello se convierte en el maravilloso merengue de tu infancia que todavía eres capaz de recordar a pesar de casi tus cuarenta primaveras. Y lo pruebas. Y te sabe a niñez, a infancia, a casa de tu abuela, a mamá... y te das cuenta de que no has crecido, que sigues siendo una niña que reclama a mamá porque sabes que es ahí dónde está lo importante. Y sigues batiendo hasta que consideras, a ojímetro puro, no como siempre hago en este proceso de aprendiz de repostería, donde calculo el tiempo a crono y mido los ingredientes a peso como un ritual, que ya está el merengue. Merengue obtenido a base de sentimiento y de recuerdo y de infancia.

Y ahí lo he dejado en la nevera. Y voy mientras escribo aquí y meto el dedo... ummmm. Y confirmo en mi persona que lo que aprendemos de niños ahí perdura.

Besos!

Y si la metes al horno, te salen unos ricos suspiros (así se llaman en Venezuela, que aquí suspiros son galletas).

Bendita niñez inolvidable!

Que precdiosidad de entrada Odisea y cuanta razon tienes.......lo que aprendemos en la infancia (lo bueno y lo malo)perdura. En mi caso recuerdo las carreras que hacia con mi padre por la mitad de pueblo tambien con cinco, seis años no mas.....cierro los ojos y lo oigo:- preparaaadaaaaaa.....listaaaaaaa....ya!!!!!! y corriamos como posesos, sintiendo el oxigeno entrando fuerte en los pulmones, el tintineo de las llaves dentro del pantalon de mi padre. La cara de la gente cuando nos veia jugar juntos, era de alucine....

Gracias por esta entrada Odisea me has remontado a sensaciones que hace mucho tiempo que no recordaba.......

A mí me pasó haciendo la tarta para A. Retrocedí a la cocina de mi madre. Donde yo vivo ya no huele a comida por el patio, dónde me crié olía a todas horas.

Que bonito... el merengue nos une, ehhhh? mis niños mientras preparo algo dulce (suele ser los domingos por la tarde o para los cumples) están esperando "las raspas". Para mi chico es el merengue también un símbolo de su infancia... por cierto, dato curioso, sabías que viene de un pueblito por aqui que se llama Meiringen?.

En fin, que sin duda hay muchos recuerdos bonitos de la infancia, y gran parte de ellos en torno a la cocina (mi abuela era una gran cocinera!).. gracias por traernoslo Nuria

Un abrazo para todas!

Madre mia, casi lo he podido saborear!! mi madre también lo montaba así